martes, 6 de diciembre de 2016

La Esencia de la Mujer Blanca y su Herencia Ancestral, por valkyria.




Según la mitología nórdica, en las Eddas (1), la primera referencia a la mujer y su creación aparece en la Edda de Snorri en el Gylfagining en el capítulo IX titulado" Los primeros hombres", y en la estrofa 17 de la Edda poética , la Voluspá o Profecía de la Vidente. Allí, tanto en un lugar como en otro, sólo cambia el estilo en prosa o en verso skaldico, se narra como los hijos de Borr (2), el hijo de Bruni que surgió de la piedra que chupaba la vaca Adumla para alimentarse, encontraron dos árboles mientras bordeaban la costa; cogieron los árboles y crearon hombres con ellos. Odín les dio espíritu y vida; Vili sabiduría y movimiento y Vé, forma, habla, oído y vista. Les dieron vestidos y nombre. El hombre se llamó Ask y la mujer Embla y de ellos se engendró la estirpe de los hombres a quienes se les dio Midgard como alojamiento, y vivieron junto a los dioses, pues junto a ellos establecieron Asgard.
Como se ve, en la creación de ambos seres, Ask y Embla, no hay distingos. Son creados a la vez, ambos son tallados de arboles, el hombre no es primero sin mujer, su esencia y estado natural es junto a ella. La mujer en nuestra tradición Europea, no surge de la necesidad de dar compañía al solitario hombre rey del paraíso. No surge de la costilla de Adán mientras él duerme, como una posesión más del hombre ni como su pertenencia dependiente. Surge simultánea y distinta, ambos habitan Midgard, ambos lo pueblan.
Ahí es donde surge la primera distinción entre la mujer europea y la judeocristiana, en su creación ocultada posteriormente por la cristianización de Europa, una persona que junto a otra y con igual origen y valía crean un pueblo, una raza. Distintos en sus atributos los cuales, precisamente, confieren así la posibilidad de creación y repoblación, de sucesión y supervivencia.
Partiendo de esta base, la espiritualidad de la mujer blanca viene dada por esta idiosincrasia marcada en la memoria histórica de cada cual, y en la colectiva de todo un pueblo, el pueblo blanco.
La mujer Blanca siempre se ha revelado contra esa imagen de la mujer sojuzgada por el poder del hombre de la tradición judeocristiana, porque no es su corriente natural de existir. La mujer blanca es luchadora, lucha por la supervivencia de su prole sabedora de la fuerza de un pueblo, y la fuerza de un pueblo estriba en su continuidad y la continuidad depende de la procreación y del cuidado de sus hijos y su desarrollo en los valores transmitidos por sus padres desde la infancia.

Hablamos pues de igualdad como personas, como origen y como seres humanos que luchan codo a codo por su pueblo y su cultura, pero no hablamos de igualdad ni biológica ni psíquica, precisamente por la condición física natural distinta de cada uno de ellos que les confiere hormonalmente las diferencias que afectan a su bioquímica cerebral, sin que esto quiera decir que uno sea inferior que otro , simplemente distintos. Y bendita diferencia!
Estas diferencias son las que confieren el carácter de lo femenino y lo masculino .
Si seguimos con la tradición vikinga, germánica, celta o greco-romana nos encontraremos con innumerables ejemplos desde los relatos de la creación a las Sagas de los héroes, en los que las figuras femeninas tienen una importancia no solo sobrenatural o divina, sino histórica. Sobre todas ellas vamos a tratar por tal de recuperar la esencia de lo femenino en esta sociedad degeneradora de los valores femeninos ancestrales, en favor de un mal entendido feminismo en el que lo que prima es la igualdad sexual, y que intenta imitar al hombre, algo alcanzable solamente siguiendo una corriente anti natura, castradora y aniquiladora de la raza a la que pertenecemos.
Estos valores, están en todos los miembros de nuestra colectividad, y desde luego, estas palabras no van sólo dirigidas a la mujer, si no los hombres que nos acompañan. Tanto los hombres como las mujeres estamos impregnados de estas ideas que el sistema actual nos va grabando a fuego en nuestros cerebros desde niños, por eso pedimos Respeto, valor y virtud de todo ser humano y propio de nuestra raza. Jamás un hombre deberá despreciar la condición de mujer de la cual ha nacido y es. Jamás un hombre blanco y Nacional Socialista deberá hacer sentir inferior a una mujer cuya misión natural y biológica en la vida será la de hacer perdurar su raza y los valores de su pueblo junto al hombre. Ambos se necesitan, ambos se apoyan, ambos se unen , se aman y se respetan en toda la dimensión humana. Y jamás una mujer deberá comportarse de manera que sus valores de mujer Blanca queden ultrajados por una mal entendida feminidad.

Se puede asegurar que entre la mujer y el hombre celta y todos los pueblos europeos, existió un respeto a los derechos, y en muchos casos la igualdad entre ambos era casi perfecta, factor este que tuvo que esperar más de dos mil años para que volviera a resurgir en el resto de Europa, excluyendo a los cátaros de Occitania en la Edad Media, que fueron también justos e igualitarios con las mujeres.


1. La esencia Femenina

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Los arquetipos con los que se atribuyen a lo femenino o a la feminidad, generalmente, son los de creación, fertilidad y abundancia. Junto a estos aparecen también los de creadora y artista pero curiosamente en toda la mitología del pueblo europeo, se le atribuye la identidad femenina a las diosas de la guerra, la caza y la sabiduría, principalmente en la mitología griega y romana, asi como también la imagen de la soberanía.
Los cuatro primeros arquetipos citados podrían resumirse así en una palabra: Maternidad.
Según la perspectiva Jungiana, la diosa madre es un concepto innato de la mente humana, anterior incluso al nacimiento, porque la experiencia humana primaria y universal es la de la gestación. Esta idea prenatal, se refuerza después del nacimiento, a medida que la madre nutre a su hijo con alimento, afecto y calor, al tiempo que el bebé depende exclusivamente de ella como fuente de alimento, consuelo y seguridad. En esta fase el niño considera "numinosa" (envuelta en una sensación de divinidad) a su madre. Su acto más nímio alcanza una importancia abrumadora y el bebé no tarda en dividirla en la "buena madre" la que protege y alimenta, y la "mala madre" la que amenaza y castiga. La dualidad de la diosa, la creación y la destrucción, la seguridad y el peligro. La madre es la que transmite los primeros valores al niño, el bien y el mal, ella misma le instruye. Es el todo, su referencia para el mundo en el que crecerá y poco a poco le va mostrando el camino por el que deberá avanzar, clasificando las virtudes de los hombres de su colectividad.
Los tantras, textos hindúes del siglo VII, difundieron la idea del Sakti, la energía femenina pura, el poder primordial sin el cual los dioses no podían existir, principalmente Siva. Un tantra sostiene que "las mujeres son la divinidad; el aliento vital". Sakti es el receptáculo del cosmos. Sakti es representado por la diosa Kali. Ella, gracias a su fuerza prodigiosa, es la energía esencial y universal que activa y protege las divinidades masculinas, es la Gran Sabiduría. Las mujeres apelan a Sakti como la enérgica y positiva fuerza femenina digna de imitar y poseer. A pesar de que muchas imágenes la presentan como una deidad de carácter y aspecto sanguinarios, las actividades de Kali nunca son gratuitamente destructivas. Adopta su aspecto más temible con el propósito de exterminar las fuerzas destructivas antes de que pongan en peligro el Orden Cósmico y.... ¿no es esto lo que esta ocurriendo actualmente en nuestro mundo? ¿No debería pues la mujer Occidental blanca actual sacar su más fiera esencia femenina en tal de no dejar que la mujer como tal, como Madre, desapareciera en pro de un status más cómodo, más burgués? ¿No es ahora cuando el Orden Cósmico se está trastornando debido a que los úteros de las mujeres blancas están inactivos?. En consecuencia, Sakti, en tanto símbolo de las capacidades de las mujeres, es el modelo perfecto del equilibrio femenino; poderosa, activa y positiva en lugar de inultimente agresiva. Devuelve a las mujeres las tres virtudes que históricamente la mayoría de las culturas semíticas o judeocristianas les han negado: la fuerza moral y física; el intelecto y el conocimiento y la autonomía sexual, entendiendo esta última no como la libertad sexual de la que tanto se habla sin de la capacidad de elección y decisión, no como mero objeto de placer del hombre, sino como compañera que junto a él y con amor decidan compartir la crianza y educación de los hijos, y el goce y placer compartido con amor de concebirlos. En una palabra la Soberanía, más que autonomía.
Para ilustrar esto nada mejor que una leyenda artúrica en la que la afirmación de la mujer y su esencia femenina son el tema principal. La leyenda de Gawain y Ragnell . Sir Gawain era uno de los caballeros más apuestos y populares de su época y accedió a casarse con una arpía despreciable llamada Ragnell a cambio de la respuesta a un acertijo: ¿Qué es lo que más desea la mujer? La respuesta era: La Soberanía. Esta respuesta se ha tergiversado y corrompido, interpretándose como que la mujer siempre se sale con la suya de una manera extremadamente frívola, cuando la verdadera importancia del acertijo estriba en la autorrealización femenina del derecho a elegir. La noche de bodas, por pura compasión, besó a la horrible Ragnell, convirtiéndose ésta en el acto en una hermosa mujer, librándose así de una maldición. Pero la maldición sólo desapareció parcialmente ya que el caballero no actuó impulsado por el deseo. Ragnell podría permanecer bella sólo de día o de noche, y ésta le ofreció a Gawain la elección, ser bella de dia ante la corte cuando se presentaran juntos o ser bella de noche para la intimidad de ambos cuando estaban solos. El caballero respondió que no podía tomar esa decisión y que la elección correspondía a ella, por lo que de esta forma le concedió la Soberanía sobre sí misma, que era el significado profundo del acertijo. Así Gawain superó la prueba de la madurez y caballerosidad y Ragnell le recompensó permaneciendo eternamente hermosa.

2. La Mujer Madre

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La pareja divina existe en la mitología y en las religiones con el fin de conjugar los principios masculino y femenino decisivos para la fertilidad y mantener el equilibrio de la tierra y las especies. Por tanto, el matrimonio, es fundamental para el bienestar del planeta y su orden natural, convirtiéndose en el modelo de la pareja humana en las sociedades de todo el mundo. El carácter sagrado del matrimonio hunde sus raíces en la emulación de los dioses. La relación entre matrimonio y fertilidad sobrevivió a las culturas ancestrales. La pareja pues, representa la totalidad, la dualidad femenino-masculino perfeccionada, siguiendo pues un modelo divino. El hombre se une a la mujer para recrear lo que diversas mitologías consideran la forma original: el perfecto andrógino, o el elella del que habla Miguel Serrano.
Antes que madre, la madre es mujer y su función creadora va íntimamente ligada a su actividad sexual, sin ella no hay procreación. Lejos de convertirse en una actividad mecánica, donde el hombre es el único que disfruta y la mujer se siente un objeto usado cuyo único fin es la concepción, nuestra tradición ancestral gozaba de técnicas de placer sexual refinadas, alcanzando niveles tan complejos de búsqueda interior que sentaron bases de pensamientos religiosos o filosóficos que hoy en día se intentan recuperar.
La cópula es un acto mucho más transcendente que la mera gratificación carnal o la necesidad de perpetuar la raza. Como ejemplo podríamos citar el tantrismo, que concibe el universo como un conjunto de vibraciones de energía que emanan del juego amoroso entre el dios Siva y el principio femenino Sakti. Aquí, el encuentro sexual desbloquea el flujo de energías de uno y otro que se intercambian como regalo de amor de uno a otro ser, imprescindible para la función creadora, y donde la mujer se eleva a semejanza de la diosa. Concebir así a un hijo puede ser la muestra más hermosa de la unión mística y divina de una pareja, jamás resultaría una maldición sino el fruto del amor que perpetuará la raza a la que uno ama.
El amor y el matrimonio son la fuente de la vida cultural y popular de un pueblo. El amor entre la pareja no engendra solo la vida si no el auténtico conocimiento y como diría J. Mayerhofer: "si todo procede del amor, el destino de un pueblo depende también de la ética amorosa que impera en su estado".
La naturaleza del hombre/mujer blanco/a implica también su forma de amar. Cada uno expresa su verdadero carácter en el amor, y el hombre blanco lo fundamenta en el Honor y en el Respeto. El amor no es un pecado secreto, sino una relación personal hecha honor recíproco. No son las mujeres las culpables cuando sus encantos y gracias son envilecidos.
El acontecimiento procreador deseado es fruto de un acto amoroso feliz.
En los mitos más antiguos que perduran, la importancia de la función procreadora esta relacionada con la llegada del hijo que garantiza el retorno de las cosechas estacionales, una vez más ligado al orden natural de la tierra.
El influjo del arquetipo de la madre queda manifiesto en la abundancia y variedad de representaciones que existen de la misma. Esta categoría incluye a las diosas de la naturaleza: progenitoras de dioses, seres humanos y vegetación. Otras figuras más personalizadas se asemejan a las matres domesticae de la época celtorromana: madres de un pueblo, región o país. Otras deidades cuya mitología recalca la relación con un único hijo como Isis o María son las más ampliamente representadas. Se las retrata amamantando a sus vástagos y la capacidad de sus senos para alimentar, consolar y proteger es uno de los atributos más importantes y representativos de la madre. Este poder de sustento es muy significativo, la leche materna no es solo una poderosa fuente de creación sino de sustento.. La leche también es el medio de transmisión de la divinidad o de poderes sagrados. Sabido es que tras el parto, después de la separación entre la madre y el hijo, el momento de amamantar es el de la unión perfecta entre madre e hijo, ambos unidos se miran, se sonríen y de una forma u otra ambos se nutren, se comunican.
Curiosamente en el sistema Rúnico Vikingo, la runa Berkano, similar a la grafía B, representa a la madre, representada a su vez por sus pechos.

3. La Mujer Guerrera
    
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"Un ejército entero de extranjeros sería incapaz de detener a un puñado de galos si estos pidiesen ayuda a sus mujeres. Las he visto surgir de sus cabañas convertidas en unas furias: hinchado el cuello blanco, rechinando los dientes y esgrimiendo una estaca sobre sus cabezas, prontas a golpear salvajemente, sin olvidarse de las patadas y mordiscos, en unas acciones tan fulminantes que se diría que todo en ellas se ha convertido en una especie de catapulta. Unas lobas en celo no lucharían tan rabiosamente para proteger a su camada como ellas..." 
Así describe el comentarista romano Ammanianus Marcellinus a las mujeres celtas en uno de sus textos. Esta fiereza obedecía al hecho de que las mujeres celtas empezaban a trabajar desde que se sostenían sobre sus pies, amaban a los suyos con más pasión que a su propia persona y conocían el manejo de las armas desde la niñez, debido a las muchas luchas en las que los hombres participaban ellas estaban solas en el poblado donde debían defenderse de posibles emboscadas, salteadores o animales salvajes como lobos, osos o serpientes.
Pasando al plano mitológico diremos que las diosas manifiestan su aspecto más feroz cuando protege los misterios femeninos convirtiéndola en una enemiga invencible, siendo así a menudo patrona de guerreros y soldados. Se la representa como feroz luchadora y defensora del universo. La cazadora que protege la naturaleza acompañada siempre de un animal salvaje como un lobo, un oso, un león o un perro.
Desde esta perspectiva diremos que la diosa maternal, dadivosa, la representante de las fuerzas del bien, también posee una faceta terrible que desencadena contra los transgresores morales y malvados. La diosa Kali es representada de forma erguida, con la boca ensangrentada y con sus múltiples brazos cargados de armas y trofeos: cráneos humanos, cabezas cortadas y manos amputadas. El mito hindú del cataclismo comienza cuando las deidaes piden ayuda a la diosa suplicándole su lucha contra las fuerzas del mal que amenazan al mundo. Montada sobre un león vence a un demonio tras otro, asesinando al último mientras bebe su sangre, ya que sus gotas generan más demonios. La historia es paralela a la de la diosa Sejmet hija de Ra, del antiguo Egipto. Ambas ponen en juego sus fuerzas protectoras para defender a los dioses de enemigos poderosos y malignos, haciéndose invencibles. Este frenesí destructor aflora transitoriamente para luchar con los enemigos de la justicia y el orden natural, y es precisamente la energía positiva masculina la que restablece el equilibrio, encaminando el dios a la diosa hacia la pasividad, hasta que su ira se ha consumido mostrando así de nuevo su aspecto más tierno y afable.
 La sangre que derrama la diosa no es solo un efecto de destrucción, si no que es la materia prima de la vida y la muerte, que la alquimia divina convierte en un nuevo ser. Al liberar al mundo del mal, prepara el espacio para la nueva generación de la raza que aparece después de todo cataclismo y puebla de nuevo el mundo. Curiosamente en la obra de Cristyan de Troyes conocida como el Romance de Percival o el Cuento del Grial, podemos observar como una bella doncella portando el Santo Grial se aparece a un guerrero galo y le confiesa que en esa copa se recogió la sangre de Cristo y que ella la porta al anciano rey que se encuentra en su castillo. De nuevo una mujer pretende devolver el orden natural al mundo envuelto en el caos a través de la sangre.
La mitología eslava personifica a Zaria, la diosa del alba, como la gran guerrera que nace armada para dispersar las fuerzas de la noche. Se las relaciona a estas diosas de la guerra con las estrellas y el sol, por eso siempre se las representa con brillantes armaduras y joyas de oro y plata. No son diosas hombrunas, si no más bien al contrario, diosas bellas y engalanadas como las mismas mujeres celtas a quienes gustaba adornarse y cuidar su físico, lavándose dos veces al día, trenzando y peinando sus largos cabellos, cosiendo adornos en sus vestidos y bordando sus mantos en oro y plata. Se pintaban las uñas de manos y pies, coloreaban sus mejillas con una hierba llamada "ruan" y pintaban sus ojos con el jugo de las bayas.

El Avesta, texto del zoroastrismo, describe a la diosa Anahita como una deidad extraordinariamente alta y fuerte, de aspecto imponente y generosamente enjoyada. Comparaban sus cejas con espadas y arcos, su mirada con lanzas y sus pestañas con dagas. Feroz y amenazadora; tierna y seductora; Inasequible y misteriosa, y extremadamente coqueta. El encuentro con ella se convirtió en el único fin de la existencia de los místicos, que vivían a la espera del instante de unión, simbolizada por la muerte, momento en que se fundían con ella, aprendiendo que la aniquilación conduce a la dicha, al secreto mejor guardado de la amada. Esta concepción enlaza con el mito de las valquirias de la mitología nórdica, las diosas que sirven en el Valhalla llevando la bebida y preparando las mesas de los banquetes, a quienes envía Odín a las batallas y eligen a los hombres destinados a morir y deciden la victoria. Gudr, Rota, Norn y Skuld, Skögul, Gunn, Hild, Göndul y GeirsKögul, todas ellas con nombres que remiten a las palabras combate y destino y todas ellas también cabalgan para elegir a los muertos y gobernar las batallas. Eran mujeres hermosas y deseables, e increíblemente sádicas con los hombres, salvo con los Einheriar, como se les llamaba a los guerreros muertos en combate llevados al Valhalla para que allí pudiesen disfrutar de una gloriosa vida nueva. Cada mañana los héroes se vestían con su armadura y combatían en la llanura, por la tarde, libres de las heridas que pudiesen haber sufrido, se reunían a festejar comiendo jabalí asado e hidromiel. Tanto deseaban esta vida los guerreros vikingos que quienes no habían podido morir activamente durante sus años bélicos, ponían fin a su existencia dejándose caer sobre la punta de su espada para así reunirse con los Einheriar. Las Valquirias, montadas en sus corceles, a veces sobre lobos, cabalgaban junto a Tyr, sobrevolando los campos de batalla y dejándose caer en picado para recoger del suelo a los guerreros muertos. A veces adoptaban formas monstruosas y dejaban caer sobre la tierra una lluvia de sangre, o atravesaban los cielos remando en un barco que flotaba sobre un río de sangre. En una descripción se nos presentan sentadas en un campo de batalla tejiendo un tapiz hecho de intestinos humanos, usando una flecha a modo de lanzadera y cabezas humanas en lugar de contrapesos. Las más famosas valquirias son Brunhild, Alvit, Gudrun, Olrun y Svanhit. No son protectoras con respecto a la vida, sino que la misma concepción del Honor del guerrero ario, clama como tal honor la muerte en el combate, siendo recompensada asi con la unión con su valquiria quien lo lleva a disfrutar de los banquetes de los dioses en el Valhalla, donde ella misma le servirá. Ellas eran las viajeras de los tres mundos, las diosas que transportaban y guiaban las almas de los guerreros merecedores de tal honor.

El mito de Anahita tiene su paralelismo greco-romano con Atenea, otra diosa alta, imponente interesada en las hazañas de los héroes, acompañada siempre de una lechuza. Nacida de la cabeza de Zeus, portaba la lanza y un escudo decorado con la cabeza de la górgona y rodeado del miedo, la discordia, la fuerza y la persecución.
En la mitología celta Irlandesa nos encontramos con Morrigan y su cuervo, su risa aguda y estentórea helaba los corazones de sus enemigos, no así el de los guerreros puros. La diosa de la tierra, simbolizó la territorialidad y la protección del interés general de su pueblo.
Estos símbolos nos dan una idea de cual es la esencia feroz de la mujer aria, su agresividad, su ferocidad, nunca es gratuita e inútil. Saca sus uñas y su más terrible rostro en tanto que su pueblo, su prole, su raza, se ve amenazada, en una palabra: el orden Natural de quien es guardiana. ¿Y no es esto lo que hoy en día ocurre? La agresividad de la mujer se ve manifiesta en el mundo laboral, en su eficacia productiva, se ha tornado luchadora en tanto que se beneficia materialistamente de bienes efímeros importándole bien poco, los bienes eternos, la tierra, la sucesión, la herencia y la tradición. Contra esto es contra lo que la mujer aria ha de luchar con su máxima ferocidad, contra la pérdida de los valores del honor y el respeto; contra la inactividad de los úteros en pro del placer por el placer, causadas por el engaño sionista a las mentes femeninas para destruir la raza aria, Europa.
Si hemos hablado de las diosas, comenzamos hablando de las propias mujeres galas, pero merecen mención a parte las amazonas o las "sin pecho", el nombre procede precisamente de la práctica de extirpar un seno a las niñas pequeñas para que al crecer arrojasen mejor las flechas o las lanzas. Estas no tuvieron carácter divino. 
Lucharon con los héroes griegos en términos de igualdad. Fueron devotas adoradoras de la diosa Artemisa y se afirma que no solo construyeron su templo en Éfeso si no la ciudad entera. Vivieron en el Norte de África, Anatolia y las orillas del Mar Negro. Utilizaron sexualmente a los hombres para la procreación y posteriormente los mataban, deshaciendose también de la progenie masculina nada más nacer. Entre las hazañas que se narran destaca la de la Reina Pentesilea durante el asedio de Troya, quien condujo a sus guerreras en ayuda del rey Príamo, pero fue abatida y Aquiles violó su cadaver en un intento de conquistar su colérica alma. También se narra que la reina Hipólita fue asesinada por Heracles cuando este intentó robar su cinturón mágico. Quizás esta apreciación resulte un tanto machista por mi parte, pero quizas el error que condujo a estas valientes mujeres a desaparecer, fue el de equipararse a los hombres y vivir como ellos sin ellos, algo que trastornó el orden natural de la unión mística y natural del hombre con la mujer.
Otro caso histórico que demuestra la fiereza de nuestras mujeres se describe en la narración del asedio de la Isla de Mona, allá por el año 50 de la era cristiana, donde vivía un núcleo de druidas y druidesas celtas. Allí los romanos debieron de enfrentarse a unas mujeres enlutadas que les combatieron con antorchas y gritos junto con conjuros malignos, consiguiendo así hundir algunos barcos, según el mito; pero el sol rompió las débiles nubes y su resplandor provocó la huida de estas mujeres de quienes nunca más se oyó hablar.
No ocurrió así con la reina gala Boadicea, quien enterada de la matanza ocurrida en Mona por los romanos, calificada de sacrilegio, ya que era uno de sus lugares sagrados, se puso a la cabeza de esta nueva rebelión con el único deseo de cobrarse venganza. Sus acciones bélicas han sido consideradas como las más sangrientas realizadas por los celtas en Britania. Varias ciudades romanas fueron arrasadas y sus habitantes degollados o sacrificados ante la diosa Andrasta, a la que se dedicaban las victorias. En su ultima batalla contra dos legiones romanas en terreno pedregoso, los carros celtas no pudieron maniobrar, por lo que solo pudieron avanzar con gran heroísmo los jinetes y los arqueros en un inútil esfuerzo, a pesar de no dejar de ennoblecer la memoria de su pueblo. Ante la evidencia de la derrota, Boadicea se envenenó. Este ha sido el comportamiento de los jefes de nuestro pueblo ario: el fracaso ante el pueblo se paga con la propia vida.
4. La Búsqueda del guerrero
                               
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Se dice que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, y no es este dicho algo falto de razón, ya que la mujer acompaña al hombre desde el seno materno, a lo largo de su educación y más tarde como esposa y compañera. Siguiendo con nuestros ejemplos míticos podemos decir que la mujer tiene muchas implicaciones en la búsqueda de los héroes. Puede estar presente al principio, en tanto iniciadora del recorrido, o aparecer en fases posteriores y ayudar, guiar u obstaculizar el camino del héroe a fin de someterlo a prueba. A veces la diosa en si misma es el último obstáculo, como en el caso de la górgona Medusa, a la que Perseo tuvo que matar para considerar que había concluido su búsqueda. Pero no hubiese podido acabar con ella sin la ayuda de otra diosa, Atenea, que le proporcionó el escudo bruñido.
La búsqueda emprendida por el hombre suele interpretarse como un viaje psicológico de descubrimiento imprescindible para el pleno desarrollo. La primera fase consiste en la llamada, momento en que el hombre decide iniciar el viaje. Es comparable a la primera separación de la matriz femenina. El propósito del viaje, puede ser la necesidad del hombre de buscar su otra parte femenina con quien se unirá, integrándola en sí reconciliando así las impresiones positivas y negativas que tiene de la madre.
En las narraciones heroicas o caballerescas, el éxito en esta tarea se representa mediante un premio, generalmente una joven deseable. Antes de conseguirlo debe afrontar y vencer a un dragón o cualquier otro tipo de monstruo: un gigante, una bruja, un hombre o mujer poderoso y malvado.... Una o más mujeres en las que la diosa se encarna le ayudan o le crean obstáculos en estos encuentros. En estos casos, la mujer, representa a la buena o terrible madre en dichas situaciones, y parte del desafío del héroe consiste en afrontar adecuadamente cada una de sus manifestaciones para alcanzar el equilibrio interior. Así pues, matar o ser más listo que la bruja y por otro lado recabar su ayuda se convierten en acciones decisivas para conseguir su objetivo.
Otro nivel de la búsqueda es la metáfora de la entrada en la virilidad o en la vida espiritual. En diversas etapas de esta iniciación surgen varias mujeres aparentemente distintas, como motivación de la búsqueda, como la que somete y pone a prueba al héroe a la vez que le ayuda y finalmente como adversaria y premio supremos.
Cuenta la leyenda que la diosa Ëride fue excluida de un festín celestial y arrojó una manzana de oro a los asistentes. Como iba dirigida a "la más hermosa", Hera, Afrodita y Atenea la reclamaron para sí. Zeus se negó a elegir y obligó al apuesto Paris a hacerlo. Cada una de las diosas le ofreció un soborno para que la escogiera. Hera le prometió el poder; Atenea, la sabiduría y la victoria en la guerra y Afrodita, el amor de Helena. Las opciones sólo eran una ilusión ya que cumplía el destino planteado por Zeus para despoblar Grecia durante la guerra. Zeus había engendrado a Helena con este fin. Como era de esperar, Paris escogió a Afrodita, pero al preferir un elemento del principio femenino divino sobre los demás desencadenó las oposiciones inherentes a los diversos aspectos de la naturaleza. Al optar por el amor y la belleza no sólo rechazó la maternidad, sino la castidad y la protección. Durante la guerra de Troya Hera y Atenea ayudaron a los griegos.
En las leyendas la diosa también aparece bajo la forma de mujer guerrera , como la druida Scathach, mentora del héroe celta irlandés Cuchulainn, o al misma Morgan le Fay, quien sometió a prueba al rey Arturo y a los caballeros de la Tabla Redonda.
El relato galés de Culhwch y Olwen es un complejo ejemplo de la aparición de la mujer bajo formas múltiples a lo largo de la narración de la búsqueda. Nacido entre los cerdos, el héroe Culhwch ve moro a su madre poco después del parto, cumpliendo así una única función engendradora y siendo reemplazada por otra reina que origina la búsqueda afirmando que solo se casará con Olwen, hija del malvado gigante Ysbaddaden. Convirtiendose Olwen en el objetivo de la vida de Culhwch. El héroe emprende 32 misiones en una de las cuales consigue el caldero Annwn que representa el útero materno. La última misión de Culhwch consiste en matar a una bruja, momento en que esta en condiciones de reunirse con Olwen, su ánima o yo femenino.
Siempre con ayuda de la mujer y sus consejos, al final de la búsqueda el héroe o iniciado conquista un fin material, psicológico o espiritual, no excluyentes, ya que el hombre ario tiene derecho a gozar de lo carnal y material.
En las leyendas de la tradición artúrica, veremos aparecer a la mujer o la diosa bajo mil apariencias distintas. Su función es la de guiar e iniciar pruebas y verificaciones, haciendo así que la Hermandad de la Tabla Redonda pase de ser una simple orden de caballería a convertirse en un grupo de caballeros iniciados. Es la mujer quien se encuentra detrás de gran parte de la acción y las aventuras de estas historias; ya sea como Morgana (Morgan le fay) o como Ragnell. Estas figuras forman parte esencial de la dimensión oculta de la tradición. Son las iniciadoras que provocan los acontecimientos, dejando al neófito transformado de forma definitiva. Son la energía polarizada que impulsa la extensa epopeya de Arturo desde sus dramáticos comienzos hasta la culminación final. Sin ellas las historias no serían más que un desfilar de imágenes sin sentido; con ellas se convierten en un desfile de maravillas que abre puertas cada vez más numerosas y profundas a los horizontes de otro mundo.

5. La Mujer Sabia
                                       

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Al parecer en la sociedad celta, ciertas hechiceras o druidesas, conocedoras además del buen manejo de las armas, eran las que enseñaban a los jóvenes. Según textos de la tradición, fueron dos hechiceras las que adoctrinaron a Cuchulaín. Sus nombres son significativos Scatach (la Temible) y Uatach (la Terrible). Estás hechiceras no solo enseñan las artes del combate físico, sino de la acción mágica, incluso les ofrecen "la amistad de sus muslos" lo que se entiende como una cumplida educación sexual. Semejantes elementos femeninos fueron convertidos en brujas malditas cuando se produjo la cristianización. A pesar de todo, gracias a las técnicas que las hechiceras prodigaron a Cuchulaín, éste se convirtió en un héroe casi invencible.
Como podemos comprobar, estás mujeres eran respetadas y según crónicas romanas se les emparentaba con la casta de los emperadores, la clase social más alta. Se sabe que existían colegios druídicos para mujeres y que su formación era integral.
La mujer Aria, Blanca y descendiente de la tradición Europea es una mujer hábil, formada en las artes, en la pedagogía, conocedora de su historia que transmite a su hijo, conocedora de la lengua que enseña a su prole, a través de la palabra de la madre se transmite la tradición de un pueblo, con cuentos y leyendas. La mujer Aria de nuestra tradición conoce las primeras necesidades para la cura de pequeñas enfermedades, conoce las plantas medicinales y los remedios inmediatos para aliviar los males de su familia. La mujer Aria no es un zoquete estúpido que no sabe desenvolverse en la sociedad, es una mujer formada, con una amplia cultura, y con siempre deseo de superarse y aprender por medio de la lectura y la actividad intelectual y artística.
La mujer Aria sabe administrar los bienes de su casa. Y sabe llevar una casa adelante en todos sus órdenes, limpieza, alimentación, educación, orden, y administración. Y no es tarea fácil llevar una casa, y no solo hoy en día la mujer trabaja fuera del hogar, siempre lo ha hecho, desde la antigüedad como decíamos al principio, las mujeres se formaban por otras mujeres que ejercían de maestras, de curanderas, de instructoras, trabajaban en el campo y atendían las necesidades del hogar. No es ninguna hazaña especial que ahora nosotras trabajemos fuera de casa.
Conocedora de la nutrición, alimenta a su familia sabiendo y conociendo cuales son sus necesidades en el crecimiento y de acuerdo a su gasto de energía.
La mujer Aria, es sabia, inteligente y responsable y siempre en afán de superación en favor de su más cercana comunidad, su familia, primera célula de la Raza Blanca.
Conoce las normas de educación y convivencia para no educar a sus hijos como salvajes, y conoce las leyes y la vida natural que transmite a su prole como orden y ejemplo e ideal de vida a seguir.
La mujer Blanca no se deja manipular ni influenciar por modas si no que su sabiduría le permite discernir lo que es bueno para ella, para su familia y para su Raza, esa es la verdadera sabiduría de una mujer Blanca formada en su tradición y conocedora de su historia. Gracias a la sabiduría de la mujer nuestra Raza crece y se expande, con su trabajo y su biología, como dadora de vida y educadora de grandes hombres y mujeres ejemplos de hombres Blancos.
Walkiria.


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