La Devotio hizo de los Iberos ser valientes,leales,fieros y letales en el combate amaron a su tierra y la defendieron como no se había visto antes en la historia.....pero lo que fue su fuerte también fue su debilidad pues sus enemigos lejos de la nobleza y la honradez manipularon la devotio en su provecho con sucias artimañas y malas artes.......a pesar de ser masacrados los Iberos dieron una verdadera lección al mundo conocido.
En España, una forma peculiar de clientela militar se denominó devotio. La devotio ibérica consistía en un pacto de clientela militar, un codigo de Honor, acompañado de un juramento ante una divinidad, en virtud del cual el devoto ofrecía su vida a la divinidad en caso de que, en plena batalla, peligrara la del Jefe.
Se entiende por devotio ibérica la consagración de la propia vida a un jefe, en virtud de fórmulas mágico-religiosas, que tenía lugar entre los pueblos de la España Antigua. En el concepto de la devotio entran dos elementos: uno de carácter religioso, según el cual, ciertas divinidades, probablemente infernales ¿?, se contentarían con la muerte del devotus a cambio de la del jefe; y un segundo elemento, de carácter meramente social, que la relaciona íntimamente con la clientela militar. La devotio iberica es una forma de la clientela militar hispana y tenía por objeto exclusivo la guerra. El suicidio de los devoti, cuando muere el jefe, se explica porque la muerte es la única forma de expiar el delito de no haber protegido suficientemente al patrono. La devotio Ibérica tiene similitudes con la devotio romana y el comitatus germano. Si bien ambas instituciones poseían carácter bilateral, sus miembros formaban una verdadera escolta y el número de componentes era reducido, la diferencia entre ellas reside en que el comitatus carece de vínculo religioso.
En la península Ibérica la devotio se encontraba muy extendida, como se desprende del gran número de devoti, que acompañaban a Sertorio. Otros caudillos tenían muchos devoti, como Mario, Pompeyo, César, Craso, Afranio y Petreyo. Las escoltas militares, a las que fueron tan inclinados los romanos, seguramente estaban compuestas por devoti. Éstos se encontraban en una situación de privilegio con respecto a los simples clientes. El siglo I a. C. fue, sin duda, el periodo de máximo auge de la devotio. Se ha pensado que la devotio ibérica influyera en el origen del culto al emperador. El ritual de la devotio ibérica era el mismo que el de la clientela: presentación del cliente al patrono, reconociéndole por jefe, y aceptación por éste de su persona. Posiblemente existía una ceremonia especial, con un sacrificio, de la que quedarían huellas en el juramento de Ampudio. Tal vez hubiera un sacrificio humano y el de su caballo, ya que con ambos se refrendaban los pactos. La devotio ibérica es una institución típica de Celtiberia. Su aparición en Aquitania se explica por influjo hispano. Decae a comienzos del Imperio.
La Devotio, el código de honor de los iberos.
Entre los iberos, como entre los germanos y los celtas, existió una institución social y militar, no fundada en la sangre sino en una relación personal libremente contraída de fidelidad y servicios recíprocos, creada preferentemente para la guerra.
Una forma especial de ese vínculo entre los iberos, especialidad originada por un fin que no aparece en la forma genérica, la devotio, fue arrancada por los celtistas al medio ibérico y aclimatada en las Galias como celta, por una mala lectura que de César hizo Nicolás de Damasco. Dos historiadores, uno de la antigua Galia, otro de la España primitiva, la han restituído a su verdadero e indudable origen ibérico.
La devotio ibérica es una costumbre que se encuentra en varios pueblos prerromanos de toda Europa (iberos, celtas, cántabros, celtíberos, lusitanos, etc). A través de ella un guerrero (devotus) engrosaba la clientela de un personaje importante (patronus) mediante un contrato por el que se comprometía a defender a aquél y a no sobrevivirle en el combate. Se cree que existía algún tipo de ritual o ceremonia para su consagración, pero se desconoce en qué consistía. El honor y la lealtad son los principios que rigen esta figura.
Otros pueblos tenían un tipo de clientela parecida: los galos la de los soldurii y los germanos el comitatus, aunque en esta no existía el juramento ante los dioses.
La devotio ibérica era una forma especial de clientela militar existente en la sociedad ibera prerromana. Se trataba de vincularse por una doble vertiente:
Por un lado, los clientes o devoti, consagraban su vida a su rey o jefe, al que tenían la obligación de proteger en el combate, a cambio de su protección, mantenimiento y un mayor estatus social, ya que el jefe pertenecía a la clase dominante, y esto se reflejaba en sus clientes.
La otra vertiente, es la divina. Los soldurios, consagraban su vida a una divinidad para que se dignase a aceptarla en el combate a cambio de la salvación de su jefe; por ello, debían protegerle con sus armas y su cuerpo aun a costa de su vida. De ahí, que los devoti, estuviesen obligados a suicidarse en caso de que su jefe muriera, ya que sus vidas eran ilícitas al no haber sido aceptadas en trueque por la divinidad. El ofrecimiento de una vida para lograr la salvación de otra supone la creencia en una divinidad de la muerte, cuya actuación, si no puede detenerse, es susceptible de ser desviada. Si los guerreros fallaban en su misión de protección y su jefe moría, éstos se quitaban la vida por su propia mano ya fuese con armas si aún disponían de ellas, o incluso tirándose por un acantilado, se describen situaciones en las que cientos de íberos se lanzaban por los acantilados para cumplir con la devotio y para no caer en manos enemigas, para ellos era una cuestión de honor.
La devotio tenía un fuerte elemento religioso, la vida del jefe se encuentra más que ninguna otra expuesta al trance fatal y no sólo como efecto de que el enemigo, durante la pelea, había de dirigir sus golpes con preferencia contra él, sino porque podía comprometer por medio de la intervención de un elemento mágico a las potencias sobrenaturales para que arrebatasen aquella vida. El medio de desviar la acción de estas potencias así atraídas, era el de establecer una relación contractual con ellas, para obligarlas a que en el momento de su intervención, aceptasen el sacrificio de la vida que se les ofrecía a cambio.
Cuales eran los nombres de esas divinidades entre las tribus iberas y celtíberas? He aquí una pregunta a la que por el momento no puede darse contestación. Se ha hecho mención en algunos escritos, de una diosa infernal, Ataecina turibrigense, pero son meras conjeturas. Eran divinidades celestes o telúricas? Como la anterior queda incontestada, esta pregunta; únicamente ateniéndose a lo que sucedía en la devotio romana podría concluírse que eran divinidades infernales, pero no se tiene por el momento ninguna información fidedigna sobre las divinidades ibéricas a las cuales se invocaba durante la devotio.
En la devotio influyó el extraordinario poder de atracción que sobre el ánimo de los íberos ejercieron las cualidades personales de los líderes natos, dese Viriato a Escipión pasando por Sertorio.
Un ejemplo de juramento de la devotio, se puede encontrar en el concluido por Escipión y el líder ilergete Indíbil, poco después de abandonar éste el partido de los cartagineses, a causa de los atropellos de que le habían hecho víctima, sintiéndose traicionado. Según cuenta Polibio, se instituyó entre ambos, mediante la promesa verbal "fides", fortalecida por la prestación de un juramento o alianza, concluído no con carácter transitorio sino permanente.
Se ha visto que la devotio era un contrato independiente del que se concluía con el jefe, que expresaba la relación establecida entre un hombre y la divinidad en favor de una tercera persona, la cual para nada tenía que intervenir en la institución del pacto. En cuanto a la consideración, por parte de los soldurios, de la ilicitud de la vida una vez muerto el jefe, pronto se va a ver que respondía a otro orden de ideas, teniendo un origen distinto del de la institución de la devotio.
Suponiendo que no sea consecuencia de la devotio, en la que era esencial salvar la vida del jefe a toda costa, la ilicitud de la vida de los soldurios, ¿a qué orden de ideas obedecía y cuál era su causa? Una vez muerto su jefe y quebrantado su juramento de lealtad debido a que no habían podido protegerlo, la vida ya no tenía sentido y lo más honorable para ellos era ponerle fin, no es raro encontrar entre los hombres de la España primitiva el suicidio. Los escritores de la antigüedad presentan a esos hombres esperando la muerte violenta con íntima alegría y siempre prestos a ofrecerse a ella en determinados momentos.
Este desprecio a la vida, según ellos, lo engendra el valor y se desenvuelve en el ambiente de lucha continua en que viven las tribus. En el tiempo actual se habla del fanatismo en la defensa de la patria propio a nuestro pueblo. Todos los suicidios se pliegan dócilmente a esas explicaciones; por lo general, tras la mención del hecho surge el comentario de la inutilidad de la vida sin las armas, o al hablar de la íntima unión que entre ellas y los hombres se percibe, se habla de su profundo desprecio hacia la vida. Asi Silio, describiendo el carácter de los españoles, ensalza el esfuerzo de su ánimo para acelerar el fin de la vida, esto recuerda a los samuráis, que tenían una actitud similar. De igual manera Tito Livio, tras de contar cómo muchos de los desarmados por Catón se suicidaron, dice que obraron de tal manera poeque no podían vivir sin guerrear.
Esta práctica estaba muy extendida, y no sólo se usaba entre miembros del mismo pueblo: según historiadores clásicos (Tito Livio y Plutarco entre otros), los generales romanos que fueron a la Península, utilizaron escoltas formadas por devoti. Para estos militares, la devotio tenía ventajas sobre la clientela romana: el juramento a los dioses obligaba al cliente con más fuerza, aunque era una fidelidad interesada como la de Sagunto a Roma o la de los edetanos a Escipión. Es probable que las defensas de ciudades como Numancia o Sagunto, y la resistencia que mostraban los guerreros frente a los romanos tuviese como fondo la devotio, que impedía su rendición sin órdenes directas de su jefe.
En el contacto entre los Romanos y los hispanos, los generales se vincularon a la devotio ibérica e incluso, durante las guerras civiles del último siglo de la República Romana, varios generales romanos emplearían este sistema para rodearse de una perfecta y leal guardia personal; éste sería el uso empleado por Sertorio, César y Afranio.
Con el tiempo, como ya hemos visto, Roma utilizó esta institución, al igual que el hospitium y otras, respetándolas primero y modificándolas conforme a sus intereses después.
La oscuridad de la noche se evade entre hogueras,
oraciones y rituales imploran los íberos al dios Tugotus.
Inmensos bosques cubren tierras sagradas,
donde arden corazones guerreros de eterna llama...
Y una voz se escucha desde la lejanía,
nacida entre semillas de honor y fidelidad.
Espadas y escudos ya se alza al cielo,
las mejillas derraman susurros de lágrimas,
un destino de sangre y muerte esperan en su noble camino.
Forjado a los cuatros vientos el espíritu Devotio Ibérica avanza,
águilas imperiales secunda la marcha desde el clarear del alba,
y la tierra se agita cual bondadosa madre al ver a sus hijos partir...
Extensas hordas cubren el campo de batalla,
bajo un abismal sol de Iberia las armas canta sinfonía de gloria o muerte.
¡Devotio Ibérica, Devotio Ibérica!
¡Devotio Ibérica, Devotio Ibérica!
Onduladas praderas se pigmenta en virginal sangre celtibera,
regando las cálidas raíces de un pueblo de alma inmortal.
Un guía, un líder, se pierde entre las sombras,
sembrando entre los vivos el código de honor y tradición.
La creencia se halla entre sus vigorosas manos,
que empujan con orgullo y pasión el filo hasta el fin de sus entrañas.
Ahí es donde aparece entre sus ojos Tugotus,
acariciando su arma y corazón hasta el fin de los días...
¡Devotio Ibérica, Devotio Ibérica!
¡Devotio Ibérica, Devotio Ibérica!
El CARÁCTER RELIGIOSO DE LA DEVOTIO
El termino latino de-votio tiene el significado de “consagrar, dedicar a un dios". Valerio Máximo dice que los devotos celtíberos al servicio de un señor realizaban una consagración de su propia alma. Se trata de un elemento religioso y mágico cuya finalidad era atraer sobre sí el peligro al que estaba expuesto el jefe en la batalla. Este ofrecimiento de una vida para lograr la salvación de otra supone la creencia en una divinidad de la muerte, cuya actuación, si no puede detenerse, es susceptible de ser desviada de manera que su golpe alcance a otro u otros en vez del que al que, sin esta interposición, caería como víctima suya. Es decir, existía la creencia de que se podía desviar la acción de estas potencias infernales estableciendo una relación contractual con ellas para obligarlas a que, en el momento de su intervención, aceptasen el sacrificio de la vida que se les ofrecía a cambio.
El mismo elemento se encuentra presente en la devotio romana, donde la persona que se consagraba ofrecía a los dioses infernales su propia vida y la de los enemigos a cambio de la salvación de los suyos. Los galos tenían creencias similares. César dice que los druidas celebraban sacrificios sustitutorios para salvar a quienes estaban expuestos a los combates o a otros peligros: “pues piensan que si no es ofrendada una vida humana a cambio de otra vida humana, es imposible apaciguar a los dioses inmortales” Se plantea por ello el problema de cuáles eran los nombres de esas divinidades entre los hispanos prerromanos.
Se conocen algunos dioses infernales del área lusitana, como Ataccina o Endovellico, y puede señalarse que en la Península Ibérica existía una vinculación entre el lobo y los dioses infernales y funerarios1 w. A esto se asociaría la costumbre de cubrirse con pieles de lobo, característica de las cofradías guerreras que combaten alrededor de un jefe, como ocurría entre los miembros de los Männerbünde (“Sociedades de hombres”) propios de los indoeuropeos. Estos disfraces animales eran los emblemas de una clase especial de guerreros: los que formaban parte de las bandas de jóvenes solteros unidos por lazos de fidelidad y de camaradería a un jefe que les guiaba en la guerra o en las incursiones depredatorias.
Para Mircea Eliade el comitatus descrito por Tácito tenía indudablemente una dimensión religiosa, pues la promoción del joven anunciaba la culminación de su iniciación militar, mientras que la lealtad absoluta al jefe constituía de hecho un comportamiento religioso que debe situarse en el origen del feudalismo y de las iniciaciones en la caballería medieval”. Este culto era de una naturaleza especial, pues era exclusivo de las familias de los reyes, de los jefes militares y de sus comitivas, círculos cerrados que formaban la clase especial de guerreros de élite vinculados religiosamente a Odín, dios supremo de los germanos y caudillo militar del séquito celeste de los einherjar, los guerreros muertos en combate.
Diferentes textos muestran cómo entre los germanos existían unos guerreros de élite que combatían en vanguardia unidos entre ellos por cadenas, a fin de no romper las filas y correr todos la misma suerte en la batalla. Este tipo de guerreros utilizaban también anillos u otros emblemas externos que los diferenciaban de los demás. Tales anillos simbolizarían su juramento de auto-consagración al dios Odin, pues los juramentos odinicos se realizaban sobre un anillo. Jan de Vries opinaba que "no parece inverosímil el empleo de cadenas. La cadena —tal como señala Françoise Le Roux- es uno de los signos en los que se reconoce una intervención del Otro Mundo”.
Con esta simbología hay que relacionar las torques. A propósito del encontrado en la tumba real de Sutton Hoo (Inglaterra), Jean-Paul Allard dice lo siguiente: "El torque es un objeto de culto Odínico. No lo llevan más que aquellos que han hecho acto de "devoción" hacia el Dios y que se han consagrado personalmente a Él. El voto Odinico implica que se llegue, en caso necesario, hasta el sacrificio supremo, que es el ahorcamiento descrito antes. El torque simboliza de alguna manera el nudo corredizo al que el individuo se ha prometido por deferencia a Odín y para atraerse su protección (Indivithialweihe, según Höfler). Desde el momento de su consagración, el hombre pertenece al señor de las potencias (valdr galga) que puede reclamar en cualquier momento de la existencia el sacrificio que le es debido: no hace con ello más que reclamar con él a los suyos. El torque es por tanto el emblema que señala al héroe Odínico. Es por lo que es considerado como un símbolo de la investidura real, de la sacralidad”
Estos hombres eran combatientes de una clase especial. Se trataba de caudillos o de miembros de la comitiva de algún caudillo consagrados a Wotan. Las cadenas, los anillos y las torques parecen haber representado entre los germanos el lazo de fidelidad más allá de la muerte que los unía a su jefe terrestre, al tiempo que su voluntaria sujeción a Wotan en el Otro Mundo. Eran el símbolo del compromiso que habían adquirido al realizar su juramento de ingreso en el comitatus. ¿Tendrían el mismo significado las torques celtas para los solduríos? Al describir el atuendo de los hispanos Varrón se refirió a sus insignibus Martis torquae aureae, lo que prueba que eran un emblema de su dios de la guerra. En las esculturas de guerreros galaicos se constata que el torque era un adorno característico de los caudillos y guerreros de la aristocracia. Según Floro, los galos cisalpinos ofrecían un torque a Marte antes de las batallas.
Este dios de la guerra céltico tenía notables paralelos con los sombríos dioses de las ataduras mágicas de otros indoeuropeos (son los dioses de los Männerbünde): La oscura tropa de los einherjar que escolta a Odín ha sido comparada con el conejo que Luciano de Samosata describió encadenado al dios Ogmios. Marte celta que fue identificado con Heracles por ser un campeón vigoroso armado de maza o martillo y cubierto con la piel de una fiera.
El texto de Luciano nos da un indicio sobre la probable identificación de las áureas torques del Marte celta con las ataduras de su séquito, que son “cadenitas de oro y de ámbar que se asemejan a bellísimos collares". El sobrenombre de este dios -Ogmios en la Galia y Ogme en Irlanda- procedería del griego ogmos ("línea, fila, camino”) y permite considerar al dios como un general que conduce a sus tropas (Ogmios también puede relacionarse con el griego hegémon, "guía, general”). Françoise Le Roux ha estudiado cómo en los textos irlandeses Ogme, al tiempo que es representado como un hercúleo campeón guerrero, es también un sombrío caudillo vestido de negro que conduce a una pequeña tropa de muchachos encadenados a él. Pues el dios de la guerra es el conductor y el modelo de los hombres jóvenes. Ha recogido también una serie de textos en los que se puede ver cómo entre los celtas había una clase especial de guerreros de primera línea que combatían encadenados para imitar al dios que los dirigía.
Considera esta autora que el encadenamiento alrededor del dios mago y guerrero simbolizaba la fidelidad de su séquito, cuya proyección en la sociedad céltica lo encuentra precisamente en los soldurios que se consagraban a un jefe y juraban no sobrevivirle en la batalla. Ogmios es además un dios psicopompo, el jefe de los muertos: en la estela galo-romana de Nickcnich (Musco de Bonn) se le ve conduciendo a los muertos al Más Allá sujetos con una cadena y con camisas de fuerza que los inmovilizan. Tanto en la tradición céltica como en la germánica, la cadena es el símbolo del ultramundo al que se auto consagraban los comités y los soldura.
En la Península Ibérica tuvo que existir un dios de este tipo que ligaba a los devotos por un culto especial a la muerte relacionado con los séquitos de los caudillos. El dios Ocnioroco, mencionado en un ara de la ciudad celtibera de Arcóbriga (Monreal de Ariza, Zaragoza), pudiera emparentarse con Ogmios. Entre los galaicos y los lusitanos hay abundantes testimonios sobre una deidad de las cofradías guerreras llamada Bandua (de la raíz, indoeuropea *bhend"atar, ligar" y “grupo, banda, pandilla", lo que indica claramente que era uno de estos dioses indoeuropeos que se servían de lazos mágicos para "atar" a los enemigos y dejarlos a merced de los devotos de sus cofradías, combatientes que practicaban esta misma magia guerrera transformándose mediante el furor en fieras salvajes”. Según veremos, hay otros testimonios de la existencia en la España prerromana de un dios de la guerra con atributos propios del Wotan germánico, del Varuna ario o del Ogmios galo, vinculado como ellos a las cofradías guerreras.
Cuando los hispanos veían traicionado un pacto o un juramento -que para ellos tenían un carácter sagrado- invocaban a los dioses testigos del mismo a fin de que se vengasen de los infractores; para ello recitaban una fórmula mágica cuya finalidad era obligar a los dioses a intervenir contra los traidores. Sobre este punto hay que recordar que el mencionado Ogme es precisamente el “padre de los ogams” (athair ogaim), la escritura que sirve para atar mágicamente y para garantizar la duración de los ensalmos, encantamientos, interdicciones y maldiciones en cuanto que todos ellos quedan fijados por medio de la escritura. En las tablillas de execración de Bregenz (Austria) y de Rom (Deux-Sévres) se le pide al dios Ogmios que “ate" y haga sufrir a las personas contra las que se le invoca.
En un capítulo de su obra dedicado a la fidelidad personal entre los indoeuropeos. Emile Benveniste trató del origen de la palabra germánica Treue (“fidelidad") en la raíz indoeuropea *dreu-, que tiene tanto el sentido de “fuerte, resistente, duro, fiel" como de “árbol", pues el árbol es en todo el ámbito indoeuropeo un símbolo de fuerza, especialmente el roble (cf. el latín robur "roble" y el adjetivo derivado robustas, “robusto, sólido"). El nombre germánico del roble es drûs, relacionado aparentemente con la mencionada raíz. De ella derivan los términos germánicos •drauhti- ("compañía, soldado") y *drauhtino-(“jefe, señor”). Con esta raíz pudiera estar emparentado el nombre prerromano de sol-durii. Que por los pueblos entre los que aparece seria céltico. En cualquier caso, al margen de esta hipotética identificación, Nicolás Damasceno afirmó que el término “soldurios", a los que él llama solidurias, es palabra gala, es decir, celta, y que significa “ligados por un voto” Pudiera relacionarse también con el latino sodalis ("compañero”) y sodalitas ("camaradería"). Según Haudry, soll(o)-duryos “todo resistente” es indoeuropeo precelta.
Un árbol que estaba asociado al dios mago y guerrero Ogme era el tejo, pues los textos irlandeses se refieren a que los ogam se grababan con fines mágicos sobre ramas de tejo. El escudo del héroe irlandés Fionn fue realizado con la madera de un tejo que brotó del agujero donde cayó el venenoso ojo de Balor. El gigante de los malignos Fomoré abatidos por el dios Lug. Durante la confección de este escudo murieron nueve hombres a causa de los vapores que soltaban las raíces. Era un arma intocable en la batalla, pues, como señala Blanca García Fernández-Albalat, Fionn, que era el jefe de la cofradía guerrera de los Fianna, se servía de armas mágicas y practicaba un tipo de guerra iniciática. Como el sombrío dios al que imitaba: Ogme.
Resulta de todo lo anterior que existía una vinculación entre el dios celta de las ataduras y de las bandas iniciáticas con el árbol del tejo. No carecería por ello de sentido religioso o mítico el que los devotos cántabros se sirviesen del tejo para cumplir su compromiso con el dios infernal. Dada la obligación moral y religiosa de suicidarse que encerraba el pacto de la devotio para los soldurios, si su señor caía en la batalla, es probable que el veneno que llevaban preparado siempre consigo para esta eventualidad tuviese para ellos un simbolismo sagrado. El tejo (Taxus baccata), cuyas hojas y semillas contienen un alcaloide tóxico, sería así otro símbolo del lazo de fidelidad más allá de la muerte que los unía a su señor y a su dios. Silio Itálico asocia expresamente los suicidios con el tejo a los cántabros que no soportaban la vida sin Marte. En el mundo celta el tejo hubo de tener un profundo significado mítico para la clase guerrera a la que se asociaría también por el color rojizo de sus frutos. Era un símbolo de los dioses garantes de la fidelidad a los juramentos: al Dagda irlandés se le llamaba Eochu, epíteto que procedería de Ivokatu-s ("que combate con el tejo”), de la misma raíz que los eburones u eburovices (“los combatientes, los hombres del tejo”). Entre los germanos el tejo era el árbol del dios Ullr, cuya residencia está en Ydálir ("los valles de tejos"). Sobre el anillo de Ullr se realizaban los juramentos, pues en el norte de Escandinavia ocupa el lugar de Tyr, el dios de la palabra empeñada, emparentado con el celto-hispano Tongo o Tokoito.
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