sábado, 4 de noviembre de 2017

LA ESPAÑA PAGANA, extraido de https://renacimientogotico.wordpress.com


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Desde la construcción de la nación liberal en España en el siglo XIX se nos ha presentado el catolicismo como una característica esencial de la nación española. En la Constitución de 1812 se deja manifiesto en su artículo 12:

La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.

Todos los relatos nacionalistas a lo largo del siglo XIX tendrán en común, con independencia de que fueran más o menos conservadores o progresistas y de que plantearan una división entre la Iglesia y el Estado o no, mantener que la nación española es esencialmente católica. Esto mismo queda recogido en la ideología falangista, el movimiento español más cercano al fascismo, que lo refleja en los Puntos Iniciales de Falange Española en 1933:

Aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso.
Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá.
A esas preguntas no se puede contestar con evasivas: hay que contestar con la afirmación o con la negación.
España contestó siempre con la afirmación católica.
La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera, pero es además, históricamente, la española.
Por su sentido de catolicidad, de universalidad, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación.

De esta idea falangista viene la concepción de que España es una unidad de destino en lo universal y el concepto mestizo y basado en el catolicismo de la Hispanidad, que aún siguen defendiendo muchos grupos considerados nacionalistas y tradicionalistas pero que en el fondo no defienden sino una idea universalista en tanto en cuanto que católica. En base a esta idea, el régimen franquista elaboró el nacionalcatolicismo, asociando el ser católica como una característica esencial de la nación sin embargo ¿es esto realmente así? ¿España es una nación esencialmente católica?

El Estado Católico

La idea de España como una nación esencialmente católica que tanto liberales como fascistas y muchos nacionalistas diversos tienen desde el siglo XIX es fruto del catolicismo como política de Estado que tuvo el Imperio Español. Durante los siglos XVI y XVII el Imperio Español hizo del catolicismo el eje central de su política exterior, enfangando a España en múltiples guerras contra los herejes y también como ideología homogeneizadora en su política interior, con una Inquisición que no toleraba disidencias y con la evangelización del Mundo como misión de la Monarquía Católica. España era pues “martillo de herejes”, “luz de Trento”, “espada de Roma”, “brazo derecho de la Cristiandad”… y otros tantos adjetivos destinados a justificar la idea imperial. El Barroco, la Semana Santa, el Corpus Christi, las romerías, las devociones marianas, el culto a los santos… todo esto parece hablarnos de un gran fervor popular católico. Pero lo cierto es que con todo ese esencialismo católico, España perdió su oportunidad de desarrollarse como pueblo, mientras en otros países los artistas elaboraban obras costumbristas y que mostraban el espíritu del pueblo, aquí los nuestros hacían tallas de cristos y vírgenes. Mientras fuera hacían himnos patrióticos, aquí hacíamos marchas de Semana Santa.



La maquinaria del Estado quería presentar al pueblo español como católico sin el mayor atisbo de duda y, como todo Estado absolutista de la época, era impensable que alguien manifestase una forma de espiritualidad distinta a la oficial. Lo mismo sucedía con las monarquías medievales, cuando el ser católico era más un símbolo identitario frente a lo musulmán que una cuestión de fe. La prueba es que había una gran diferencia entre cristianos viejos y cristianos nuevos que estaba basada en la sangre y no tanto en la religión. La España Imperial, con el catolicismo como ideología de Estado, se caracterizó por una obsesión por la limpieza de sangre pese a que, teóricamente, todos los cristianos son iguales ante los ojos de la Iglesia.

El origen del Estado católico en España es la conversión de Recaredo en época visigoda. El III Concilio de Toledo en el año 589 fue el que consagró la conversión del pueblo godo de arrianos a católicos y el que inició la construcción de un Estado católico que diese hegemonía a la Iglesia y persiguiese sin cuartel a herejes y paganos. Desde ese momento el Estado en España será católico, pero una cosa es que el Estado fuese católico y otra muy diferente que lo fuesen las gentes. La España esencialmente católica era más propaganda eclesiástica que una realidad como demostraré a continuación.



Pervivencia del Paganismo

El problema de mucha gente que se denomina identitaria o nacionalista es su obsesión con la época del Imperio Español, con los Tercios invencibles, la Cruz de Borgoña y con esa época en la que España era una potencia mundial, pues consideran la mayor época de esplendor de la nación. Sin embargo olvidan que hay miles de años de historia antes de eso en los que generalmente no se fijan. El embrión de la actual España es la Hispania Gothorum, por lo que es este periodo histórico al que debemos retrotraernos para analizar cómo surge la nación española. El problema es que las fuentes escritas que tenemos de este periodo son sobre todo eclesiásticas y como es natural presentan una visión sesgada y según los intereses de la Iglesia Católica.

Aunque las fuentes presentan a los paganos como una minoría religiosa marginal, lo cierto es que fueron mayoría por lo menos hasta el siglo VI. Existen diversas fuentes que dejan constancia de ello como el Adversus paganus de Orosio, así como el De correctione rusticorum de Martín de Dumio. Isidoro de Sevilla también habla en sus Etimologías de los paganos como gentes apartadas de la ley.

Existían diferentes tipos de paganismo en Spania. En primer lugar tenemos la espiritualidad indígena, celta e ibérica, así como la religión romana. También tenemos cultos orientales, ya fueran de origen fenicio o púnico, como el culto a Melqart en Cádiz, o de la época del Bajo Imperio cuando se introducen muchas divinidades de  Oriente, como Mitra o Cibeles. Por último, con la llegada de los bárbaros, tenemos el paganismo germánico que muchos seguían practicando. Sin embargo la Iglesia no estaba interesada en diferenciar los diferentes tipos de paganismo ni en que la gente supiese cuales eran los dioses a los que se rendía culto. Pretendía dar una imagen homogénea y asociar el paganismo como un todo con cultos demoníacos y supersticiones para que la gente supiese que existía y que era malo, pero no lo conociese realmente y no pudiese profundizar en él. Martin de Dumio consideraba las ninfas y las lamias como demonios condenados a habitar las fuentes, los ríos y los bosques, demonizando así a los espíritus de la naturaleza a los que se rendía culto.



Con la llegada de suevos, vándalos y alanos, que aún eran paganos cuando entran en Hispania, se interrumpió la persecución de la vieja religión que efectuaba el Imperio Romano. Los vándalos hoy en día son asociados a destrucción y la propia palabra vándalo significa persona que comete acciones propias de gente salvaje y destructiva. La mala imagen de este pueblo se debe a que eran paganos y como tal se mantuvieron hasta su marcha de Hispania en el 428 para fundar su reino en el norte de África.

En cuanto a los suevos, establecieron su reino en la antigua provincia de la Gallæcia, el territorio de la actual Galicia, Asturias, León y norte de Portugal. En esta región, aún hoy, pervive con enorme fuerza el recuerdo de la vieja religión en el folclore. La división entre celtas y germanos es muchas veces algo puramente nominal y eso propició que los suevos y los galaicos se fundieran de manera muy sencilla, en un territorio poco romanizado y menos aún cristianizado, mediante un proceso de etnomorfosis cuyo resultado es la nación gallega actual. La pervivencia de lo celta y lo germánico en Galicia hoy en día es algo latente y la cantidad de leyendas y prácticas animistas que hay en aquel territorio así lo demuestran, las conocidas meigas no serían sino el último remanente de esa religiosidad animista perseguida por el cristianismo. También tenemos topónimos como San Cristovo de Dombodán, en el concejo coruñés e Azúa. Dombodán viene de don Bodán o señor Bodán, pues Bodan o Bodán es el nombre que los suevos le daban al dios Wotan.


En Galicia y el noroeste de España en general se celebra todavía hoy en el Día de los Difuntos la fiesta de Samainos en la que la gente se disfraza y se decoran calabazas y cuyo nombre está claramente relacionado con el gaélico Samhain. Esta celebración no es una adquisición moderna del Halloween de las películas americanas, como la gente piensa, sino que en el norte y en menor medida otros lugares rurales como La Mancha o incluso partes de Andalucía, se celebra desde épocas ancestrales.


En Lugo (ciudad con otro topónimo pagano, del dios celta Lug) se celebra como fiesta mayor San Froilán, santo que según la leyenda parlamentaba con los animales. San Froilán se celebra en octubre, coincidiendo con la Winternacht de las tradiciones germánicas. El nombre de Froilán es germánico, deriva de frauji land, “señor de la tierra”, claramente relacionado con el dios Freyr. Así mismo en la Edad Media estaba bastante generalizado el nombre femenino, también germánico, de Froiliuba, que deriva de frauja leuba, “señora del amor”, una clara conexión con la diosa Freyja. El propio camino de Santiago es una vieja ruta de peregrinación celta, el campo de las estrellas (campus estellæ, Compostela) y Santiago, el patrón de Galicia y de España, es una cristianización del dios del trueno que los celtas llamaban Taranis y los germanos Þunnar, de ahí que el apóstol Santiago sea conocido como hijo del trueno. Así pues vemos que incluso los mitos jacobeos, incluso el “cristianísimo” patrón de España Santiago Matamoros, es en realidad una cristianización de las viejas creencias.

El paganismo tenía una enorme fuerza en el Reino suevo y la siguió teniendo tras la conquista por los visigodos y posteriormente. El hecho de ser zonas rurales ha posibilitado que hasta día de hoy pervivan aunque más o menos cristianizadas las viejas costumbres. En el II Concilio de Braga del año 572 se nos citan algunos ritos que seguían llevándose a cabo en la Gallæcia, así como prácticas medicinales con hierbas en los templos salutíferos de Endovélico y Ataecina en la Lusitania. Martin de Dumio, el apóstol de los suevos, denuncia que se seguían celebrando las fiestas de Vulcanalia, Lupercalia y Paganalia, por lo la religión romana seguía teniendo fuerza, además de las prácticas célticas y germánicas.

Con la instauración del Estado godo se reanudan las persecuciones a los paganos pero sin embargo los visigodos no estaban tan cristianizados como tradicionalmente se nos ha dicho. De todos es conocido el saqueo de Roma por parte de Alarico en el año 410, pero es menos conocido que por las mismas fechas, sólo unas décadas antes de la llegada de los godos a Hispania, otro caudillo godo, Radagaiso, dirigió otra expedición por Italia y juró sacrificar a los senadores romanos a los dioses. Esto quiere decir que todavía en el siglo V los godos estaban divididos y que el paganismo tenía mucha fuerza entre las clases populares aunque la mayoría de los nobles fuesen ya arrianos por interés político.

Los concilios convocados durante la época del Reino visigodo nos demuestran que el paganismo seguía siendo una fuerza viva importante en Hispania y ni mucho menos algo minoritario o marginal. En el III Concilio de Toledo, que supone la alianza entre la Monarquía y la Iglesia para el exterminio de paganos y herejes, se reconoce que la idolatría se extendía por toda Spania. Recaredo incluso recaudó tributos en templos paganos por lo que, aunque fuesen formalmente perseguidos, los paganos eran más o menos tolerados e incluso existían templos, no meras comunidades marginales. Fue a partir del III Concilio de Toledo, con la instauración del Estado católico, cuando esta persecución será más feroz. 
En dicho concilio se expropian los templos paganos y con sus rentas se compran los favores de la nobleza y el clero católicos, lo cual quiere decir que hasta ese momento (año 589) había templos funcionando y además que tenían el volumen de rentas y propiedades suficientes para que con su expropiación  se pudieran comprar voluntades.

Con las persecuciones muchos paganos y herejes se refugian en las bagaudas, las bandas de forajidos que controlaban amplios territorios desde los últimos tiempos del Imperio Romano y que en Spania eran fronterizos entre las tribus del norte y los visigodos. Los pueblos del norte seguían siendo paganos en época de los godos aunque el cristianismo ya estuviese empezando a penetrar en sus territorios. En época de Leovigildo los cántabros seguían organizados en senados o asambleas de guerreros y mantenían el culto a sus viejos dioses celtas.



Pese a la persecución y la instauración del Estado católico, los concilios del siglo VII reflejan las quejas de la jerarquía eclesiástica por la apatía en la persecución del paganismo. En el XV Concilio de Toledo del año 688 incluso se amenaza a los nobles que no persigan a los paganos con deponerlos de sus cargos, por lo que para nada el paganismo debía ser algo marginal. En el XVI Concilio de Toledo del año 693 se realizan acusaciones contra la existencia de nobles que protegían e incluso ellos mismos practicaban el paganismo. Las fuentes nos muestran pues que, pese al celo católico en su persecución, el paganismo siguió existiendo durante toda la historia del Reino visigodo.

El paganismo siguió existiendo a lo largo de toda la Edad Media hispánica, lo cual se refleja en la abundancia de un folclore popular en el que abundan, aunque demonizadas en muchos casos, criaturas procedentes de la mitología germánica y la mitología celta. Las costumbres paganas, aunque con un barniz cristiano, perdurarán durante todo el Medievo no sólo en España sino en toda Europa, aunque se nos haya conservado mejor el folclore de los países del norte en los que la Iglesia de Roma no tenía tanto poder. La propia institución de la caballería, tan medieval, tiene su origen en las sociedades guerreras germánicas. El juramento sobre la espada que llevaban a cabo los caballeros tiene su origen en el juramento a Tiwaz germánico. En el Canon 14 del Concilio de Narbona del año 1054 todavía se habla de las traditiones gentilium en referencia a la pervivencia del paganismo.

En el País Vasco las creencias tradicionales pervivieron hasta mucho tiempo después, el clero católico se quejaba de que en aquellas tierras la gente no acudía a la iglesia y existen yacimientos arqueológicos que demuestran la existencia de comunidades paganas en las estribaciones de la Sierra de Aralar en el siglo XIII. En la batalla de las Navas de Tolosa de 1212 participaron montañeses vascos al servicio del rey Sancho VII el Fuerte, muchos de los cuales eran paganos. El arquetipo de la diosa Mari, aunque demonizada, ha pervivido hasta nuestros días, la popular Dama de Amboto. Pese a que el nacionalismo vasco era en sus orígenes esencialmente católico, puesto que sus bases sociales procedían del carlismo y del integrismo en general, gracias a la recuperación del folclore y de la cultura popular en Euskal Herria, a día de hoy la mitología vasca y símbolos ancestrales como el lauburu son ampliamente conocidos y empleados por la sociedad vasca, siendo un pueblo por lo general bastante tradicionalista y arraigado a sus raíces.



La acción misionera, la represión estatal hacia los recalcitrantes (paganos que se negaban a abjurar de sus creencias) y la propaganda de la Iglesia que mezclaba la vetus religio con cultos demoníacos perversos hicieron que poco a poco el cristianismo se acabase imponiendo. Pese a ello, a finales de la Edad Media, en un clima de profunda crisis espiritual en el que afloraron múltiples herejías que ya adelantaban la Reforma protestante, también hubo una vuelta de muchos a las viejas tradiciones, asociadas también a una forma de rebelión contra el orden social cristiano establecido. En los siglos XIII y XIV se sigue reflejando en la legislación de los reinos hispánicos la persecución a la magia, último remanente del paganismo. La tónica continúa en los siglos XV, XVI y XVII, donde nos constan varios procesos inquisitoriales por brujería, siendo el más conocido el de Zugarramurdi.



Pervivencia de la Magia

En las viejas religiones es difícil establecer la frontera entre lo mágico y lo ritual pero el cristianismo hace una clara división entre esto y rechaza frontalmente la magia en todas sus formas, aunque existe también un componente mágico en el propio cristianismo, pero ese sería un tema para desarrollar en otra ocasión. En el Concilio de Elvira ya se denuncian estas prácticas mágicas asociadas al sacerdocio pagano. Cuando se cerraron los templos, los augures, arúspices, astrólogos y vates tuvieron que realizar sus ritos en el ámbito privado. Los viejos ritos de adivinación o magia eran denunciados como brujería y debían realizarse en lugares apartados, casas privadas o en las ruinas de los antiguos recintos, ahora destruidos.



En los concilios se condenaba la observación de los astros y muchos astrólogos y matemáticos fueron perseguidos. En esta época no había una separación entre lo que hoy llamamos astrología y lo que hoy llamamos astronomía, por lo que no hace falta decir las nefastas consecuencias para la ciencia que este tipo de persecuciones tuvieron. Los augurios fueron también denunciados por Prisciliano y Martín de Dumio así como la práctica aruspicina, examinar las entrañas. Incluso los clérigos cristianos consultaban estos oráculos.

Es poco lo que sabemos realmente de la práctica de la magia puesto que nuestras fuentes están salpicadas de propaganda cristiana destinada a difamar a quienes practicaban cualquier ritual que no fuese ortodoxo. La demonización de estas prácticas impide que sea fácil diferenciar qué hay de cierto y qué es simplemente propaganda, pero Isidoro de Sevilla diferencia en sus Etimologías entre los distintos vehículos a través de los que se producían vaticinios y sus especialistas: necrománticos, hidrománticos, geománticos, aerománticos, pirománticos, aríolos, adivinos, encantadores, arúspices, augures, pitonisas, astrólogos, sortilegios y salisatores.

Saber cómo era realmente la magia antes de que el cristianismo rompiese con la transmisión milenaria de saberes es una tarea casi imposible, a pesar de los intentos que se hacen de reconstruir toda aquella sabiduría. La transmisión oral de los conocimientos permitió que se conservaran en parte y que llegaran a los círculos herméticos y ocultistas de los siglos XVIII y XIX y hasta nuestros días. Lógicamente junto a practicantes reales de magia se mezclaban y se mezclan embaucadores, charlatanes y gente interesada en lucrarse estafando a la gente. Pero lo cierto es que la magia pervivió y pervive pese a las persecuciones a pesar de que sea poco lo que realmente conocemos de ella en comparación con el saber de nuestros antepasados.

Memoria Histórica Pagana

Con todo lo que he expuesto parece bastante claro que, si bien la Monarquía ha usado siempre el catolicismo como ideología de Estado, esto no quiere decir ni mucho menos que el pueblo español sea esencialmente católico. Además de la pervivencia histórica de las viejas religiones está el hecho de que el cristianismo que se practica en España, al igual que sucede en todos los lugares de Europa, es en el fondo un barniz sobre una espiritualidad con raíces mucho más antiguas. Los nuevos movimientos religiosos, llamados genéricamente paganos pero que es más correcto denominar como religiones nativas, vienen a recuperar esa tradición ancestral. Por lo tanto cuando muchos hablan de la tradición católica de España, olvidan que la tradición no son sólo los últimos siglos o hasta donde ellos tienen memoria, sino miles de años más.

Ahora está muy de moda hablar de la memoria histórica, aunque por desgracia esto generalmente se suele reducir a la utilización partidista de símbolos y a usar la historia como arma política contra el adversario construyendo cada uno su propio relato sesgado en lugar de aproximarse a la realidad histórica de una manera rigurosa. Pero al igual que ocurre con la tradición, la memoria histórica no puede reducirse sólo a la Guerra Civil y al pasado siglo XX como si no existiese nada antes de eso. Es nuestra tarea poner en valor todo este pasado oculto del relato histórico que durante siglos se ha ido elaborando y darlo a conocer. Esto no implica generar una artificial animadversión hacia los cristianos, con esa nefasta tendencia guerracivilista que solemos tener en España, pues a fin de cuentas los cristianos españoles son nuestros hermanos de sangre y la sangre prima por encima de todo, sino de combatir con buenos argumentos el relato histórico esencialista que asocia a España con el catolicismo demostrando que la realidad histórica es bien diferente. Un pueblo que no conoce su pasado es un pueblo sin raíces.

Para saber más sobre este tema recomiendo la Historia de los Godos de Rosa Sanz Serrano.

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